El conflicto entre generaciones

Madres contra Hijas

triangulogenQué bonito sería que las relaciones entre las madres y las hijas fueran siempre un camino de rosas. Que nunca hubiera conflictos y de haberlos se solucionaran tranquilamente con el diálogo y el buen trato. Sin embargo, la realidad es bien distinta.

En ocasiones surgen los conflictos que, de no solucionarse, suelen tornarse más complicados y provocan rencores y mal ambiente en el entorno familiar. Y la cosa se agrava si las contendientes ocupan el mismo techo.

Desde el nacimiento, la relación entre una madre y su hija se ve marcada por su situación personal en ese momento y por el cambio tan enorme que supone la maternidad. También es importante señalar que a pesar de recibir los valores que reciba de los padres, al crecer, la hija no los siga, desmarcándose totalmente de lo que espera la madre. Por esa razón suelen empezar los conflictos entre lo que la madre espera de la hija y, a su vez, lo que ésta esperaría y necesitaría de su madre. La relación entonces se deteriora debido a la incomprensión entre ambas partes y la complejidad que supone que la hija se convierta en una mujer adulta con su propio carácter, personalidad y valores diferentes a los de su madre. En éste punto hay que recordar que, a pesar de todo lo anterior, la hija ha crecido con las creencias, los patrones, los miedos y esquemas de su progenitora, y a veces inconscientemente, ella misma actuará, pensará y se comportará de una forma muy parecida a su madre.

Es posible restablecer la comunicación y confianza que los conflictos deterioran, pero para ello cada parte debe ceder y reanudar la comunicación emocional y afectiva que en algún momento se detuvo. La madre debe entender que ante ella se encuentra una mujer adulta con sus propias decisiones y proyectos. Y la hija, que ante ella se encuentra su madre, una mujer que se ha sacrificado por ella en múltiples ocasiones, y a pesar de no coincidir en algunas cosas, siempre se ha preocupado de dar a su hija una educación y unos valores, más o menos acertados.

Si las dos partes se esfuerzan por entenderse y dialogar, los conflictos se evaporarán y quedará el afecto que siempre hubo.

El tercer factor. Las abuelas.

No nos olvidamos de las abuelas, otro elemento del triángulo generacional.

Cuando la hija se vuelve madre, la relación con su propia madre cambia. Dependiendo de algunos matices, con frecuencia la abuela se convierte para la nieta en su “madre consentidora”, un papel que no cumple la madre biológica. Una relación satisfactoria que cubre los vacios que la madre biológica deja (queriendo o sin querer), ya sea por compromisos de trabajo, afectivos u otros.

Para terminar podríamos decir que las relaciones deterioradas madre-hija suelen regenerarse  cuando aparece una nieta (aunque no siempre), ya que la abuela proyectará hacia la nieta muchas de las expectativas que tenía respecto a su hija, especializando su relación en el afecto y las emociones positivas y dejando en segundo lugar otros factores más negativos.